jueves, 13 de marzo de 2008

Almita.

Sentada espero algo que parece estar a miles de kilómetros de distancia. Algo anda mal, algo se esta pudriendo.

Un olor rancio sale de mi nariz. Así lo compruebo: el problema esta adentro.

Mi Alma quiere salir, parece estar incomoda, parece no encontrar la posición adecuada dentro de mi cuerpo. Esta inquieta, molesta y reacia a responder a los estímulos que yo le mando desde mi cabeza.

Yo quiero que se sienta a gusto. Pero algo hago mal, es evidente.

La invito a sentarse en mi sofá negro, ese sofá que parece llevar a un universo paralelo a quien en él pose sus caderas y estire sus pies sobre la pequeña mesa que se encuentra delante.

Quizás en ese sofá, tan cómodo y agradable para muchos, le haga sentir algo que muchas veces yo experimenté al relajarme en el.

Con un poco de esfuerzo logré convencerla, ¡es que mi Alma es tan indecisa! Me pide a gritos salir de tanta basura acumulada, pero a la vez tiene miedo de no volver a entrar.

Ahora le ofrezco un té. Té verde, esos que curan todo, desde un dolor de panza hasta un mal de amores. Asienta con la cabeza, porque por ahora se limita a gesticular un par de sonidos muy distintos a los que los humanos usamos normalmente para comunicarlos. Yo la entiendo, claro está, ya que es mi Alma, es parte de mi, y esas cosas que usa como palabras sin duda se las enseñe yo, al tratar de explicarle los problemas que había acá afuera, en este mundo tan desagradable.

Porque durante años la mantuve alejada de todo mal, ella vivía sobre algodones hechos con hilos de oro que yo misma me encargue de tejer. Y sin que se de cuenta, trataba de esconder cualquier monstruo que apareciera en el camino, solo para que ella no se contagie de tanta soberbia y malicia.

Supongo que esto iba a suceder. Después del té, parece tener ganas de explicarme un poco las cosas.

Y ahora lo se todo, cada detalle, cada secreto, cada minúscula sensación que sin darme cuenta reprimía. Por como se quedo dormida calculo que no volverá a entrar por bastante tiempo. Pero yo lo prefiero así, así la prefiero ver, relajada y hasta sonriendo mientras yo desde aquí, sentada en una computadora, intento sacar mucha mugre de mi interior. Quiero volver a empezar, con ella claro, pero como antes, entre algodones y sin esta piedra en el pecho que no me deja respirar.

Por eso hagan silencio, no vaya a ser que se despierte, se me enoje y al irse con un portazo yo me quede sin mi Alma.

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