Días largos si lo hay.
Toda una travesía, junto a mi queridísimo hermano, en el intento de llegar (ya no importaba si sanos y salvos) a nuestro hogar.
Bueno, quizás exageré un poco, pero les juro que anoche había fuerzas ultraestelares complotándose para que se nos complique un simple viaje.
En fin, entre escasez de plata, retrasos de una largísima hora y media, lluvia (tormentosa tormenta, que lluvia!) y un poco de impaciencia, llegamos.
Ahora estoy en mi casa,
En mi pieza,
Con mi Lola y mi gata. Y mi gato gay, pero el no es cariñoso, quizás por su definido gusto por su mismo sexo, yo no debo tener el olor a gato que lo atrae. Claro, tendré olor a gata.
En mi cabeza mil imágenes de una noche inolvidable, esa si fue una noche perfecta.
Una luna gigante nos acompañaba, una brisa aun mas hermosa. Buena música de aperitivo, y un gran final. Un genio, ahí, tocando para mi, y para miles de personas mas (pero en el show estaba yo y Fran, no había nadie mas).
El Esplendido Dylan.
Un concierto de primer nivel, en todos sus sentidos,
con todos sus sentidos, mas vivos que nunca.
Quizás tiene la edad de mi abuelo (con una vida bastante mas agitada a cuestas) y el doble de aguante.
Ser rockero en los 70', salir de fiesta con Lennon (bueno eso es imaginacion mia quizas), en fin, tal vez en sus arrugas se haga evidente el paso del tiempo y las consecuencias de años zarpados. Pero en el escenario, es el mismo y mejarado, claro está, por tantos años de experiencia.
Dos magnificas horas de buena música.
Música de verdad.
El rey. Yo lo venero.
Ahhhhh. Chau.
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